martes, 3 de junio de 2014

Abdicación del Rey: hay que preguntarle a la gente.



Se ve que, desde que pasaron las elecciones, las noticias de interés están al orden del día. Esta vez, Juan Carlos, el Rey de España durante 39 años, abdica a favor de su hijo, que reinará, si no lo impide el advenimiento urgente de la República, como Felipe VI.


Al Rey lo puso en su cargo Franco; luego se cerró la Constitución de tal forma que la Corona quedara bien blindada, regulándose en el Título II  y presentándose, cuando se votó la Carta Magna -que se hizo como bloque cerrado de artículos-, como condición ineludible para traer la democracia a España. Además, la reacción del Rey ante el golpe de estado de Tejero en 1981  lo encumbró  como adalid y defensor de la democracia, a pesar de ser representante de una institución que nadie vota y que se trasmite de padres a hijos -no se prima las hijas, aunque sean mayores que los varones- como el que  hereda un piso.


Los requisitos que exige la Constitución para reformar la corona, al reflejarse en el Título II,  están expuestos en el artículo 168: aprobación por mayoría de dos tercios de ambas Cámaras, convocatoria de elecciones, y, que no se nos olvide, nueva ratificación por las cámaras elegidas y  referéndum popular. O sea, que si no se ponen de acuerdo PSOE y PP ahora mismo sería difícil  aprobar todo este trámite; pero, tras el resultado electoral europeo,  ¿qué pasaría si el bipartidismo sigue de capa caída? Y el PSOE, ¿seguirá defendiendo oficialmente la monarquía o aspirará también a la República?  Esto es importante de cara a su renovación ideológica, a no ser que pretenda sólo cambiar caras  para encabezar lo mismo pero con menos arrugas. Por cierto, no olvidemos los resultados en Cataluña, donde ganó ERC.


Los casos de corrupción acaecidos y que dejan herida a la Corona -hay que acordarse de la infanta y Urdangarín y, ya de paso, de las cacerías –se presentan como la punta del iceberg. La cuestión no es sólo si hay opacidad en esta institución, los negocios del Rey y su prole o la vida que llevan, es si podemos tener unas instituciones más democráticas, trasparentes y, evidentemente, que sean elegidas por los ciudadanos. Que el rey no dé cuentas a nadie es un atraso. 


Todos los que hablan del fin del “régimen de 1978” o del ocaso de la cultura de la transición y su ligazón con la Corona se cargan cada vez de razón. La crisis económica, política y social que vivimos y los nuevos tiempos hacen que seamos cada vez más críticos y escépticos con el poder, y mucho más cuando ese poder no es abierto. De hecho, hace ya tiempo que e lbarómetro del CIS reflejó el primer suspenso a la institución monárquica, algo inaudito en la historia reciente de la democracia española.  No se puede dar la espalda a lo que piensa el pueblo, como es normal. Nota al pie: por lo visto, el CIS ya no pregunta de forma muy frecuente sobre la Monarquía en sus barómetros (o, por lo menos, no lo hace público). Desde el 2011, año en el que los encuestados le tiraron bien de las orejas al monarca, no se recogió la opinión sobre el asunto hasta el 2013, tal y como se expone en este artículo. La valoración es muy negativa. Esto refleja aún más como se ha protegido a una familia, la del Rey, y a una institución, la monárquica, frente a la población y a las opiniones críticas. Es una situación que no puede durar más.


Muchos me dicen que el rey reina pero no gobierna, que es representante del estado. Y yo digo que los representantes del estado deberían ser ratificados por las urnas.






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